Publicado en Harvard Deusto Business Review
Octubre 2011
Somos conscientes de que la afirmación de que una empresa que quiera realmente pertenecer al siglo XXI debe ser una “empresa humanista”, conlleva inmediatamente la necesidad de aportar concreción al término humanista y, junto con él, a aquellos que lo acompañan de manera natural, como son humanizar o humanismo. Cuando nos acercamos a ello, rápidamente percibimos que esas palabras parecen estar dotadas de una cierta pluralidad en lo que se refiere a sus significados. Si bien es un hecho que su enunciación suele evocar en nuestra mente perspectivas que pueden ser coincidentes, también lo es que si repasamos cuánto espacio han necesitado los pensadores para definir “lo humano”, encontramos una ingente cantidad de razonamiento que finalmente no solo parece no haber servido para llegar a un puerto común sino que incluso en sus conclusiones más distantes, parece no haberse ni tan siquiera aproximado a tal punto de llegada.
Con todo, y como acabamos de apuntar, si observamos algunas expresiones habituales en nuestro lenguaje, vemos como parece que esa diversidad se reduce para apuntar en un sentido que sí resulta estar próximo, cercano entre sí: “aportó lo mejor de su humanidad”; “mostró su lado más humano”; “dejó ver que también es un ser humano”. Todas estas expresiones no parecen disonantes, sino enteramente consonantes sobre aquello que pretenden decir, aunque también debemos hacer notar que nos sitúan ante una doble perspectiva. La primera es que cuando una persona muestra su lado humano, eso tiene un claro rasgo positivo, al tiempo que la segunda nos indica que a menudo el ser humano no pare ce estar demasiado dispuesto a mostrar su perfil humano, lo que hace que la paradójica proclama acerca de la necesidad de “humanizar el mundo” cobre un claro sentido.
Las organizaciones empresariales son un magnífico lugar para el desarrollo en clave humanista de la persona. Decimos esto desde la certeza de que la empresa es uno de los ámbitos donde, en palabras de Stephen Covey, se ha considerado posible gestionar al ser humano como un mero recurso, es decir, como “una cosa”. Si la empresa aparece como un lugar que tiende a deshumanizar a la persona y nuestro propósito declarado es humanizarla, eso quiere decir también que debemos ser capaces de explicar de manera convincente la bondad de nuestro objetivo, y en ello nos empleamos.