Augere, Liderazgo, Transformación cutural

La transformación digital, una transformación desde las personas

No hace tanto que la tecnología está en el centro de todas las conversaciones. Durante mucho tiempo resultó ser una commodity para muchas empresas y sectores, de la que se hablaba cuando fallaba. Hoy, sin embargo, es el motor que está empujando la transformación de muchas empresas. Y, a pesar de ello, más que una transformación tecnológica, lo es de personas, de cultura, de talento, de negocio, impulsado por estas tecnologías disruptivas, que están desarrollándose a gran velocidad.

Es evidente que la tecnología juega un papel clave, pero no es el único elemento que las compañías están identificando como clave en todo este proceso de transformación.

Tecnología

La última década ha permitido desarrollar toda una serie de tecnologías que poco a poco se han ido desplegando y evolucionarán hasta alcanzar un nivel de madurez suficiente como para generar un impacto en los negocios empresariales y servicios públicos, que según los propios expertos todavía hoy no tiene en su plenitud, así como de una manera más incipiente, en la vida doméstica de las personas: internet de las cosas, inteligencia artificial, machine learning, blockchain, ciberseguridad o la computación cuántica, son algunas de las que empiezan a llegar, pero tardará todavía un tiempo en alcanzar la efectividad e impacto que se espera de ellas.

Velocidad

La transformación se está viviendo a gran velocidad. En algunos casos habría que señalar que con precipitación. Con esa sensación de que si no se reacciona con rapidez se pierde el tren (que por necesidad ha de ser un tren de alta –altísima– velocidad).

La historia nos da una perspectiva de cómo se han vivido los grandes cambios tecnológicos y así advertimos que los periodos temporales en los que suceden, cada vez son más cortos: del descubrimiento de la electricidad hasta que el hombre pisó la luna, pasaron noventa años; de ahí al surgimiento de internet a principios de los 90, pasaron poco más de veinte; desde entonces, hasta que la ciencia es capaz de descifrar el genoma humano, solo nueve años… y así vemos que los cambios son cualitativamente más importantes y se producen en una progresión temporal en disminución geométrica.

Sin embargo, a pesar de la amenaza que supone para muchas industrias la entrada de nuevos competidores con innovadores modelos de negocio, la reflexión que nos hacemos algunos directivos y empresas es si no será el momento dejar la tecnología a un lado y parar para reflexionar, sobre el propósito y contribución a la sociedad de lo que estamos haciendo. Qué estamos aportando, cuál es la razón de ser de esa empresa, ese negocio o de cada uno de nosotros. Seguramente, profundizar en ello nos permitirá encontrar las claves para competir en este nuevo contexto. Esta reflexión, además, ha de servir para dirigir la transformación digital y el uso de la tecnología y, para ello, que cultura hemos de construir a nuestro alrededor, en nuestra organización y en la sociedad.

La persona

Vivimos un impacto sin precedente en la persona. Esta es el centro de la transformación y es tanto principio como destinataria de la misma. Somos capaces de gestionar determinadas enfermedades y de incidir en la evolución de la esperanza de vida, se transforman las ciudades, surgen nuevos modelos de negocio en las empresas, entran los robots en casa… Esto es algo que de forma inevitable nos impactan y, al mismo tiempo, nos sitúa en la posición del protagonista. Como consecuencia de ello, es necesario que el ser humano tome las riendas, de forma proactiva, para decidir dónde quiere llevar el resultado de esta transformación. Las viejas reglas que nos sirvieron para llegar hasta donde estamos, ya no funcionan. Hemos de definir aquellas que nos permitan avanzar en un nuevo contrato social, en el contexto de sociedad que entre todos decidamos que queremos crear. El liderazgo es de la persona, en una revolución impulsada por la tecnología.

El cliente

La causa principal que está haciendo que las empresas entren en este proceso, hay que encontrarla en el cliente. Muchas empresas están avanzando en su transformación no tanto por convencimiento, sino porque un cliente cada vez más informado y exigente, que quiere ver reflejado su estilo de vida y valores en todos sus actos de consumo, empuja a ello. De esta forma, muchas de las inversiones y esfuerzos de transformación tienen al cliente en el punto de mira.

El trato con la persona cliente lleva a las empresas a mejorar sus canales digitales, lo que favorece el crecimiento de un ecosistema de aplicaciones para darle servicio. Aún así, los expertos señalan que la transformación digital de las empresas todavía sigue estando en un estadio muy incipiente. Y si esa es la situación de puertas afuera, de puertas adentro todavía lo es más. El backoffice, el corazón de las operaciones, la cultura de la organización, el desarrollo del talento, la adaptación competencial a las nuevas exigencias, la integración intergeneracional y los retos derivados del envejecimiento de la pirámide de edad, todavía son retos pendientes de asumir por parte de muchas compañías.

 

Sirva como conclusión, que este nuevo contexto requiere una nueva cultura en las organizaciones. Ello no quiere decir que haya que eliminar cualquier vestigio de la cultura que haya traído a una compañía o a nuestra sociedad hasta aquí, sino que invita a reflexionar sobre qué fortalezas hemos de construir y que parte de nuestra historia es necesario mantener y, por otro lado, a identificar que es necesario transformar para seguir evolucionando.

Se impone desplegar nuevas capacidades para trabajar en equipos multidisciplinares, de una forma mucho más transversal y con un alcance global. La velocidad tiene también consecuencias en el entorno de trabajo, que requiere construir una cultura mucho más resiliente y capaz de manejarse en entornos de incertidumbre y de contradicción, lo que exige también una mayor preparación y fortaleza mental, a un nivel ya personal, además de ser necesarios nuevos códigos éticos y de principios que sirvan como marco de actuación de todos los stakeholders.

 


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