Se ha escrito mucho sobre la gestión del cambio en las organizaciones. Aunque estén motivados por la necesidad del negocio y el beneficio colectivo que este proporcione, los procesos de transformación abren periodos de inestabilidad y desorientación, incluso en aquellos procesos bien planificados y ejecutados con efectividad.
Por lo general, un proceso de transformación viene impulsado por el líder de la organización del que se espera capacidad, justicia, credibilidad y honestidad. Que transmita calma, confianza, conocimiento de las circunstancias, claridad en la comunicación, seguridad, optimismo y esperanza.
Entre las reacciones de las personas que conforman la organización, encontraremos diversas actitudes. Las de aquellos que adoptan rápidamente el cambio, las de los que se resisten y levantan la palanca del freno de mano o, incluso, se oponen de forma radical, pasando por las de los que no se quieren dar por enterados.
A menudo sucede que, aunque unos pueden sentir que han ganado con el cambio (poder, influencia, decisión, protagonismo…) otros sienten que han perdido. Y esta pérdida puede ir más allá del status y del rol que puedan jugar. La desvinculación de personas de la compañía, que a veces conllevan estos procesos, supone una pérdida de compañeros, de relaciones y una lesión en el colchón emocional construido, también, en el ámbito laboral.
Este sentimiento de pérdida es uno de los mayores lastres en el éxito de un proceso de transformación. Es un elemento de distorsión, un freno para avanzar en la dirección que se quiere tomar y requiere grandes cantidades de energía gestionarlo. Normalizar este sentimiento y las emociones parejas, nombrarlo y comprenderlo, conocer cómo evoluciona hasta superarlo, será clave para minimizar su impacto.
TODO PROCESO DE DUELO, PARA LLEGAR A LA ACEPTACIÓN DE UN ACONTECIMIENTO TRAUMÁTICO QUE NOS GENERA UN SENTIMIENTO DE PÉRDIDA, PASA POR CINCO ETAPAS: LA NEGACIÓN, LA IRA, LA NEGOCIACIÓN, LA DEPRESIÓN, PARA LLEGAR A LA ACEPTACIÓN.
El duelo de la pérdida: de la negación a la aceptación
Como cualquier proceso emocional, la aceptación de la pérdida supone afrontar un proceso de duelo, por el que las personas transitan a lo largo de varias fases. Elisabeth Kubler Ross, experta en la materia, explica que todo proceso de duelo, para llegar a la aceptación de un acontecimiento traumático que nos genera un sentimiento de pérdida, pasa por cinco etapas: la negación, la ira, la negociación, la depresión, para llegar a la aceptación. En cierta manera, no se puede decir que estas etapas tengan un transcurso lineal, sino más bien constituyen un proceso dinámico espiral. Se avanza de una a otra, se vuelve atrás para seguir avanzando. Se solapan. Y así de manera sucesiva.
Negación
La primera fase es la negación. Comienza con la incredulidad. Nos decimos: ¡no puedo creerlo!, ¿es cierto?, ¿ha pasado en realidad?, ¡debe tratarse de un error!, ¡esto no puede ser verdad!… ¿Has tenido esta experiencia?. Por lo general nos sentimos superados por los acontecimientos. Pero, de forma inconsciente, la negación nos ayuda a asimilar nuestros sentimientos y es un mecanismo de protección. En cierta manera, es como si creerlo del todo fuera excesivo y de esta forma aceptamos solo lo que somos capaces de asumir en ese momento.
Otras formas de negación que observamos en las organizaciones es cuestionar el cambio o, incluso, seguir como hasta el momento, sin dar respuesta y como si nada estuviera pasando.
En esta fase, no se trata de olvidar, cuestionar o evitar, sino aprender a vivir con ello. Contar la historia una y otra vez, nos ayuda a superarlo. A las primeras preguntas se suceden otras como ¿por qué?, ¿cómo ha podido suceder?, ¿podría haberse evitado?. Conforme aceptamos la realidad, nos estamos haciendo más fuertes pero, a su vez, comienzan a aparecer los sentimientos que estábamos negando.
Ira
La ira aparece en la segunda fase. Se manifiesta contra aquello que ha provocado la pérdida y contra quienes la personifican. La culpa es ira hacia nosotros mismos, hacia quienes encarnan las decisiones del cambio o su ejecución o, en otros casos, hacia el ser superior que ha permitido que eso suceda de forma inesperada… Aparece el sentimiento de culpa por no haber visto lo que iba a pasar y porque no se pueda hacer nada para evitarlo.
Desde la objetividad, sabemos que el cambio es necesario o, en acontecimientos inesperados, nadie quería que sucediera, pero desde la emoción decimos: ¡esto no tenía que suceder, al menos ahora no!. ¿Te suena?. La ira aparece cuando nos sentimos lo bastante seguros de que sobreviviremos pase lo que pase.
Pero, justo cuando parecía que empezábamos a resurgir, afloran sentimientos como la tristeza, el miedo, el dolor, la soledad o el enfado con uno mismo por no haber podido evitarlo. Sentimos no tener poder para ello, aunque exista la voluntad. Nos mostramos enfadados por estar en una situación que no se esperaba, ni se deseaba, ni se merecía.
La ira es una emoción útil para llegar a afrontar sentimientos más hondos, como son el desamparo o el abandono. No debe ser juzgada, ni en uno mismo ni en los demás. No le encontraremos sentido. Es una reacción natural ante la injusticia que apreciamos en los hechos que vivimos. No podemos esperar que se supere rápido y hemos de aceptar que cada uno está en el momento que debe estar.
EL ÉXITO DE LA TRANSFORMACIÓN LLEGARÁ POR LA CAPACIDAD DE ACOMPAÑAR LA TRANSICIÓN EN ESTE PROCESO, DE INFLUENCIA PARA SUMAR CUANTO ANTES EN EL PROYECTO COMÚN A LOS QUE SIENTEN HABER PERDIDO
Negociación
La tercera fase es la negociación. ¿Has tenido esa experiencia en la que harías cualquier cosa por recuperar la situación anterior, por retroceder en el tiempo? Te dices: ¡y sí..!, ¡ojalá…!, ¡por favor, que todo vuelva a ser como antes!… Los “¡ojalás!” también reflejan un sentimiento de culpa: ¿qué podríamos haber hecho de otra forma? A veces es una manera de huir del dolor, de distraer la tristeza. Sabemos que no sirve de nada, pero nos da tiempo para adaptarnos mentalmente.
La negociación evoluciona: del ¡que no suceda!, pasamos al ¡ahora que ha sucedido, que no sea traumático!, y al ¡que se encuentren las mejores soluciones para todos!. Al final, la mente llega a la misma conclusión: ¡la realidad, por cruda que sea, se impone!.
Depresión
La cuarta fase es la depresión. Se manifiesta en una sensación de vacío, intensa tristeza y duelo profundo, de desconexión y desimplicación. Pensamos: ¡no vale la pena seguir adelante! o ¡esto no tiene sentido!. Las tareas diarias suponen un esfuerzo tan grande… Es como si estuvieras escalando una montaña y ya no te quedarán fuerzas. No te importa nada, si te importara podrías tener miedo y, eso, ni siquiera te lo permites.
No es algo a evitar, es normal, un mecanismo natural para que podamos adaptarnos a algo que sentimos que no podremos superar. Si el sentimiento de depresión, podríamos decir normal, se transformara en depresión clínica, se requeriría la ayuda de un especialista.
¿Y cuál es la reacción natural ante esta situación? Seguramente escucharás cómo tratan de animarte, te dirán que no veas las cosas tan negativas y que busques lo positivo. ¿Pero que refleja esta manera de reaccionar? Esta reacción suele ser reflejo de nuestra necesidad e incapacidad de tolerar la tristeza del otro. Entonces, ¿cuál sería la reacción más óptima? Necesitamos experimentar la pena y nos sentimos agradecidos con el solo hecho de que nos acompañen, apoyen y escuchen.
Aceptación
Para finalizar, la quinta fase es la aceptación. En esta fase podemos no estar de acuerdo con la realidad, puede no gustarnos la situación, las cosas han cambiado, pero lo aceptamos, somos conscientes de la pérdida (de poder, de influencia, de status, de relaciones y personas…) y aprendemos a vivir con ello. Sentimos, ahora si, que no traicionamos a nadie por llegar a aceptar la realidad. Comenzamos a reorganizarnos y a pasar a la acción, de forma gradual, cada uno a su ritmo. Hay personas que necesitarán días, otras necesitarán meses y otras años.
Por más que nos centremos en visibilizar los beneficios de los procesos de transformación y cambio en las organizaciones, conocer y reconocer estas cinco fases por las que transitamos emocionalmente para realizar el duelo que nos lleva a superar la pérdida, resulta fundamental cuando sea necesario acompañar a aquellas personas que viven su impacto y para aquellos que por su rol, deban darles soporte y liderarlos a lo largo de la travesía.
Y resalto acompañar, ponerse al lado. Por que el éxito de la transformación no llegará por exhibir el músculo ejercitado por el poder de la función que tu tarjeta dice que representas, o por estar en el lado de los que aparentemente han ganado la partida, sino que llegará por la capacidad de acompañar la transición en este proceso, para sumar cuanto antes en el proyecto común a los que sienten haber perdido.
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