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Los 6 pilares de la Resiliencia

En términos físicos, la resiliencia es la capacidad que un objeto tiene de volver a su estado inicial después de aplicar una fuerza externa que lo modifica. Es lo que sucede, por ejemplo, cuando apretamos en nuestra mano una pelota de goma y, de repente, dejamos de hacerlo.

En los años 50 del siglo pasado, el término resiliencia se comenzó a emplear en el ámbito de las humanidades, para describir una cualidad propia del ser humano, que le hace capaz de superar la adversidad con eficacia. Hoy sabemos, que dicha cualidad se componen de elementos biológicos, psicológicos y sociales.

El psiquiatra Luis Rojas Marcos, en su obra “Superar la Adversidad”: El Poder de La Resiliencia”, describe 6 pilares sobre los que científicamente se ha demostrado que se construye nuestra capacidad de resiliencia:

1. La afectividad

Las conexiones afectivas que se generan desde nuestra infancia, primero con nuestra madre, después con la figura paterna y más tarde con el resto de nuestro entorno, son la base sobre la que se construye nuestra capacidad de relación, comunicación y apoyo mutuo, así como una opinión favorable de nosotros mismos, la seguridad personal y la voluntad de explorar el mundo con confianza, fundamentales para desarrollar nuestra capacidad de resiliencia.

2. La autogestión

La autogestión es clave para manejar nuestros pensamientos y emociones, analizar la información que proviene del entorno, tomar decisiones, establecer prioridades y activar los mecanismos necesarios para alcanzar las metas que nos proponemos.

Elemento fundamental para desarrollar la autogestión es la introspección. Esta consiste en la capacidad de observarnos internamente y de entender nuestros pensamientos, emociones y nuestra manera de interactuar con el mundo. Nos permite conocernos y desarrollar una imagen de nosotros mismos y de los recursos de los que disponemos. A lo largo de este año vengo publicando en mis redes sociales una serie de preguntas de reflexión, que pretenden estimular esta introspección.

3. La autoresponsabilidad

Consiste en la comprensión de que el centro de control y respuesta frente a los acontecimientos que vivimos, no está fuera, sino en nosotros mismos. Las personas que cuentan con sentido de autonomía y un cierto control de las circunstancias, responden con mayor coraje, resisten mejor y se enfrentan con más efectividad a las situaciones adversas, que quienes ceden el control a elementos externos, la suerte o el destino.

Aunque el control de las circunstancias sea más una creencia que de hecho una realidad, nos estimula a tomar decisiones y acciones de manera proactiva como respuesta y a adueñarnos de los resultados de las mismas.

4. La autoestima

Podemos no reconocerlo, pero no hay nada que importe más al ser humano que uno mismo. La autoestima comienza a desarrollarse en el primer año y medio de vida. El proceso se ve influenciado por los lazos afectivos que se crean con las personas del entorno más próximo y, a lo largo de la vida, por el feedback que uno recibe del mismo. Poco a poco el dominio de las circunstancias y el resultado efectivo de nuestras acciones van configurando un sentido de autoestima.

Dependiendo de la valoración que hagamos de nosotros mismos, de nuestros pensamientos y emociones, configuraremos un sentido de autoestima más o menos positivo. Cuando la opinión que tengamos de nosotros mismos sea favorable, la capacidad de resiliencia se fortalecerá.

5. La positividad

El pensamiento positivo y una perspectiva optimista de las circunstancias es un ingrediente esencial para la resiliencia. Ello es congruente con las ganas de vivir y nos permite valorar con más equilibrio las ventajas o inconvenientes de las decisiones que tomamos y afrontar sin desánimo las adversidades que pueden sobrevenirnos en la vida.

A diferencia de los pesimistas, los optimistas buscarán más información acerca de un suceso, ampliando su mapa de la realidad y encontrarán mejores respuestas. Más que el peso de las circunstancias que vivimos, será determinante la manera en que vivimos esas circunstancias y nuestra forma de responder ante ellas.

6. El propósito vital

Viktor Frankl señalaba la importancia de manifestar un propósito en la vida, ya que la búsqueda de un sentido es lo que daba razón de ser y de vivir al ser humano. Lo intangible guía lo tangible y ofrece a las personas algo por lo que luchar y algo por lo que vivir. Y, aunque se trata de algo subjetivo que, además, no es estático, ya que evoluciona a lo largo del tiempo, encontrar ese sentido en la vida nos proporciona seguridad y fortalece nuestra motivación para afrontar cualquier tipo de adversidad.

Entre los elementos de mayor potencia alrededor de los que el ser humano configura su sentido de propósito se encuentra el miedo a la muerte, el amor a los seres queridos o el simple hecho de no doblegarse ante la adversidad y continuar trabajando por su misión en la vida o por el cumplimiento de algún tipo de compromiso con respecto a alguien querido.

En definitiva, la semilla puesta en los años cincuenta por las investigadoras Emmy Werner y Ruth Smith en sus estudios acerca del desarrollo de un colectivo de niños que habían vivido infancias adversas, nos ha proporcionado información valiosa acerca de los pilares sobre los que se construye la resiliencia, al observar cómo algunos de esos muchachos evolucionaron hacia la vida adulta sin secuelas de las experiencias negativas vividas en sus infancias. Seis pilares que nos sirven para explicar por qué unas personas afrontan con mayor eficacia que otras, los retos y adversidades que la vida les pone por delante.

 


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