Tengo el privilegio de contar con grandes amigos con trayectorias personales y profesionales destacadas que siempre me resultan inspiradoras. Algunos como es el caso del prologuista invitado en la novela «Viento de Respuestas. Del Fracaso a la Reinvención», nos ha hecho vibrar con sus programas de televisión, llevándonos a lugares en los que soñábamos poder llegar a estar algún día: la Antártida, las cumbres de las montañas más altas del mundo o las cuevas más profundas de la tierra. ¡Creo que ya te haces una idea de por dónde voy!
Él es Sebastián Álvaro Lomba, creador y director del programa de TVE «Al Filo de lo Imposible». Sebas nos ha deleitado con sus guiones, siempre emocionantes. Ha vivido la adversidad y la superación de retos extraordinarios.
Sebas acaba de presentar su último libro: «La Vida al Límite de la Vida». Nos dice que «lo primero que tiene que ser un libro es bello. Y este es un libro muy bello. Transmite emoción e invita a trasladarse al lugar en el que se hicieron las fotos de los paisajes que recoge. Representa un viaje sin ida y vuelta. Una excusa para respirar pura vida, pura aventura. La vida comienza paseando el dedo por un mapa desenrollado e imaginando lo que encontrarás ahí. El libro va de la vida y la vida encuentra sentido cuando se enfrenta a la muerte. La muerte da sentido a la vida. Es por ello que se ha de vivir con entusiasmo y hacer lo que haces desde el entusiasmo. Un libro que habla de la vida y de la alegría de vivir». ¡Muy recomendable, precioso, imperdible!
Es un honor presentarte el prólogo que me regala para mi novela «Del Fracaso a la Reinvención»:
Por Sebastián Álvaro Lomba
«Ni la labor de los maestros, ni la necesidad de mantenerse en pie y enfrentar la adversidad o reinventarse son conceptos actuales de las escuelas de negocio. Alejandro no hubiera sido el Magno sin las enseñanzas de su maestro Aristóteles. Desde la antigüedad los maestros son la referencia y la inspiración que enseñan los caminos a seguir. Mallory en el Everest, Shackleton en la Antártida, Luis de Saboya en el Karakórum y Nansen en el Ártico fueron ejemplos de grandes aventureros que acometieron empresas consideradas imposibles en su tiempo y que debieron levantarse del infortunio y de las adversidades a las que tuvieron que enfrentarse. En realidad nada importante se ha conseguido sin el esfuerzo constante y el duro aprendizaje que lleva aparejado el fracaso. Todos ellos se han convertido en modelos de comportamiento y siguen siendo fuentes de inspiración en cada una de las aventuras que he llevado a cabo. Pero si tuviera que señalar un maestro, que siempre fue un referente en la Montaña, elegiría a Walter Bonatti, por su constancia y tenacidad, por sus escaladas y por sus libros, por la ética de la que siempre hizo gala y la nobleza en su comportamiento. Este libro que tienes en las manos trata precisamente de las capacidades del ser humano para afrontar los retos que se plantea, para aprender de los errores que cometemos y sobre todo cómo levantarse del fracaso; saber crecer en momentos de crisis y reinventarse haciendo de la vida la mejor de las aventuras. Son las cualidades de los grandes aventureros. Y en esta novela de Francisco Giménez Plano son las características que todo empresario debe tener para acompañar la transformación personal hacia un nuevo reto.
Conozco a Francisco desde hace muchos años y sé por tanto de sus capacidades para llevar a buen término un proyecto y para hacer frente a la adversidad. Por eso es un honor escribir estas palabras al principio de este libro. Creo que puede servir a muchas personas. Hay momentos en la vida en las que el éxito envanece y sin embargo el fracaso se convierte en la mejor oportunidad, en el mejor trampolín para iniciar un nuevo reto. Pero antes de remontar el vuelo hay que pararse a reflexionar en voz alta. De eso tratan estas páginas. En realidad no hay nada en la vida que nos una tan fuertemente a las personas como la adversidad. Nos une mucho más que el éxito. Y al tiempo es educativa, aleccionadora y fuente de aprendizaje. Desgraciadamente son procesos dolorosos y a veces traumáticos. Sólo se aprende del error y el fracaso pero en nuestra sociedad, que nos empuja a la competitividad, al éxito a cualquier precio, nadie nos ha preparado para momentos de fracaso y frustración.
Todo ello: el éxito, el fracaso, la adversidad, la derrota, el duelo o la amargura, se encuentra dentro de estas páginas que ahora comienzas a leer. Es, en definitiva, la propia Vida, con sus tristezas y alegrías, la que rezuma en esta novela que Francisco ha escrito desde su propia experiencia. Creo que estas páginas son curativas y van a ayudar a mucha gente que han pasado, o pasarán, por este mismo proceso. Pero creo que, de alguna forma, también lo han sido para el autor. En ellas no solo ha volcado más que sus conocimientos, sino una buena parte de sus experiencias, emociones y sentimientos, confirmando aquel poema de Joaquín Sabina en el que dice “algunas veces vivo y otras la vida se me va con lo que escribo”.
Hay una parte de ficción en estas páginas, pero la realidad que rebosa trasciende la trama de una novela para convertirse en la sincera reflexión de quien ha estado a las puertas de la destrucción pero ha preferido reinventarse y ponerse en pie de nuevo, para seguir acometiendo retos. Para seguir viviendo. Son páginas escritas con la cabeza pero dónde se ha volcado el corazón. Sin duda la cabeza nos guía, pero en momentos críticos es el corazón quien nos impulsa. George Mallory escribió en uno de sus famosos artículos que la razón de ser del alpinismo era “luchar y comprender, nunca lo uno sin lo otro. Esa es la regla”. Es decir la razón y emoción van unidas, pues no somos ni pura razón ni pura emoción, sino una buena, y compleja, mezcla de ambas. De la misma forma que Mallory se empleó a fondo para intentar escalar el Everest, Francisco gastó buena parte de sus esfuerzos en levantar una empresa. Allí, como el británico en la montaña más alta de la Tierra, conoció sinsabores y el dolor de la pérdida, hasta caer derrotado. A veces he oído decir que la Montaña es una metáfora de la vida. Pero yo creo que la montaña, la empresa, los retos “imposibles” que nos planteamos, sean de la clase que sean, son la propia vida. Y como dijeron los clásicos, la vida no es una función, no hay ensayos, el tiempo que perdemos, las equivocaciones, las pagamos nosotros. Sólo nos queda rendirnos o levantarnos y ponernos nuevamente en marcha.
De ese proceso regenerador van estas páginas. Imagino que ha sido un proceso valiente enfrentarse a remover recuerdos desagradables y dolorosos. Pero la derrota en una montaña o la quiebra de una empresa, provocan emociones intensas, sensaciones abrumadoras, imposibles de dominar, que nos empujan a callejones sin salida, a preguntas sin respuesta. Podemos caer y no levantarnos. Pero dejar de soñar es dejar de vivir. Así que Francisco nos enseña a encontrar los apoyos que se necesitan, los amigos, la familia, el único sostén en momentos que ni siquiera las piernas te mantienen en pie. Sólo el orgullo y los afectos nos permiten no doblegarnos frente a las dificultades, a veces muy superiores a nuestras pequeñas fuerzas. Pero, como leí en un libro muy recomendable “El Gen Egoísta”, somos una especie diseñada para sobrevivir. Hay que plantar cara a la adversidad y, en el peor de los casos, como señaló el joven Alejandro a sus soldados, que nunca nos pille el enemigo huyendo.
Así que este es un libro optimista. Ese mismo carácter “condenadamente optimista hasta el final” del que hizo gala Ernest Shackleton, gracias al cual pudo sobrevivir la tripulación del Endurance en la Antártida. Nos cuenta la importancia de saber elegir los maestros. Pues no sólo son nuestros referentes y fuentes de inspiración. Son quienes nos enseñan a reemprender el camino y a levantarte de un golpe tan inesperado y cruel como el que implica empezar de nuevo. Un proceso muchas veces desolador cuando descubres que muchos te abandonan y casi todos te dan la espalda. Aunque también sea aleccionador comprobar quien era de verdad un amigo y sigue a tu lado. Todas las conclusiones que se extraen de momentos así, por duras que sean, también son profundamente aleccionadoras. Y las enseñanzas más duras nunca se olvidan. Es una reflexión personal, más que un ensayo económico o empresarial, pues en el fondo supone una interpretación, crítica, de la vida que has vivido y de la que quieres vivir.
En definitiva, es una visión humilde y honrada de quien ha sido abatido y ha caído en la lona, pero se ha levantado a tiempo antes del final de la cuenta. Porque ha decidido seguir luchando. Es una visión hacia afuera, hacia esa terrible crisis que marcó una época y una sociedad, pero es, sobre todo, un viaje interior. Una exploración de nuestros propios límites pues, como bien me explico Bonatti, en eso consisten todos los grandes retos que nos imponemos. Una expedición literaria, llena de aventura e incertidumbre, en la que cualquiera podemos reconocernos, un viaje hacia el abismo de nuestro propio interior».