La empresa es la institución más influyente que existe en las sociedades avanzadas. La empresa sigue teniendo un poder que en lo macro llega a ser superior al de muchos gobiernos, y que en lo micro se convierte en el elemento articulador en torno al cual organizamos nuestras vidas.
Es una muestra sociológica de su comunidad, por lo que tiene una responsabilidad social en la creación de riqueza y de empleo como un derecho de la persona para su desarrollo como ser humano. En crear unas condiciones de vida que pongan en equilibrio los ámbitos personal y profesional. En diseñar espacios de participación en los procesos de creación y ampliar la capacidad de las personas de expresar y desplegar su creatividad, involucrándose en la toma de decisiones, en la planificación y en la ejecución.
Asimismo, responsabilidad a la hora de compartir el éxito, la riqueza y el derecho a disfrutar de determinados beneficios. Es parte de la proyección de un modelo de sociedad, hoy cuestionada y puesta en entredicho, en la que hemos vivido, pero que deberíamos hacer lo posible por no perder. Si bien, no cabe duda que haciendo un esfuerzo por seguir mejorando su funcionamiento.
La empresa es una muestra sociológica de su comunidad, por lo que tiene una responsabilidad social en la creación de riqueza y de empleo como un derecho de la persona para su desarrollo como ser humano
En el siglo XXI, y más en el contexto de transformación de los paradigmas que estamos viviendo y que hasta ahora nos han servido de referencia, es fundamental contar con un fuerte liderazgo individual, que inspire y genere confianza. Pero hoy ese liderazgo individual ha de ir más allá, y ha de trasladarse a los equipos que forman parte de esas organizaciones. Un liderazgo que contribuya a generar alineamiento en torno a una visión, misión y valores comunes y a una estrategia de negocio. Que siente las bases de una verdadera cultura de liderazgo.
Es por ello que más allá de convencer a nuestros colaboradores desde la lógica del negocio, basada en la sistemática declinación en cascada de los objetivos de la compañía, los directivos hemos de entusiasmar desde la emoción, otorgando sentido a aquello que las personas de la compañía hacen. Y para ello, sólo existe una vía, la de crear alianzas y relaciones de calidad entre las personas que forman parte de la organización, derribando los muros y resquebrajando los silos.
A su vez, nosotros como directivos y nuestras organizaciones estamos expuestos al escaparate de la transparencia. Cada vez mayor, como consecuencia del acelerada expansión y socialización de la tecnología. Somos observados por todos nuestros stakeholders, generando expectativas a la vez que oportunidades de crear un vínculo a largo plazo con nuestra comunidad.
más allá de convencer a nuestros colaboradores desde la lógica del negocio, los directivos hemos de entusiasmar desde la emoción
En este entorno las compañías sólo pueden responder a los retos que se les presentan construyendo una cultura de liderazgo, de corresponsabilidad (accountability) y de transparencia, de innovación y de integración de las paradojas derivadas de los contextos de diversidad e incertidumbre en los que tienen que operar.
Liderar las corrientes del cambio: la cultura
Sí, vivimos un periodo de transformación quizás, por muchas razones (económicas, de distribución de la riqueza, de fuerzas de poder, de acceso a la tecnología y l digitalización del negocio…) como nunca fue conocido. Estamos en un permanente proceso de evolución, de cambio, o incluso en este momento, de transformación disrruptiva.
En nuestro entorno, las señales que captamos sobre lo que está sucediendo no sólo no son claras ni apuntan en la misma dirección sino que, en algunos casos, son incluso contradictorias. Conducir mirando el cuadro de mando nos aporta una información parcial de la realidad a nuestro alrededor. Los planes estratégicos, planes de acción, indicadores y demás instrumentos de navegación nos pueden aportar una información cuantitativa sobre dónde estamos. Pero la realidad es que son los intangibles, que por ser invisibles no están reflejados en ese tablero de navegación, los que finalmente determinan el éxito de la travesía según el rumbo que hayamos elegido.
HEMOS DE liderar las corrientes del cambio que están configurando la cultura de nuestra organización, para alinearlAs de forma proactiva en la dirección conveniente
Si esos tangibles fueran la parte visible de un iceberg, y los intangibles fueran la parte sumergida e invisible del mismo, ¿hacia dónde crees que éste se movería si al mismo tiempo se dieran unos vientos hacia el norte y unas corrientes hacia el sur?. La pregunta no tiene truco. Sin duda el 80% del iceberg sumergido, se dejaría arrastrar por las corrientes hacia el sur. Esta parte sumergida, los intangibles, representan los patrones, hábitos, deseos, expectativas, valores, creencias, miedos e inseguridades de las personas que conforman nuestra organización. En definitiva, estos son los elementos configuradores de la cultura.
Por tanto, en tiempos de transformación, sin duda es imprescindible marcar estrategias de negocio que conduzcan a nuestra compañía al éxito, pero de nada servirán si no somos capaces de liderar las corrientes del cambio que están configurando la cultura de nuestra organización, para alinearlos de forma proactiva en la dirección conveniente.
Liderar conectados con el entorno
Liderar las corrientes supone manejarse a tres niveles de percepción y relación con el entorno:
- Liderar desde uno mismo. Poniendo la atención en sí mismo (observándonos), tomando conciencia de los propios pensamientos, emociones y sentimientos, y en cómo estos son manejados. El silencio y la reflexión son una gran herramienta para ello.
- Liderar desde los otros. Poniendo una intención positiva en el otro y en la acción (qué quiero lograr, cómo y con quien), de manera que contribuya a crear una relación de calidad y de largo plazo y a crear desde ahí, a la vez que se mantiene la atención en uno mismo y en cómo son manejadas las propias emociones. Es fundamental generar ilusión, entusiasmo y sentimiento de reto y desafío por el proyecto que cada compañía representa.
- Liderar desde el espacio que se crea entre ambos. Entre los miembros de un equipo o entre las personas de una organización, percibiendo aquello que está más allá de las palabras, flotando en el ambiente, y que constituyen las corrientes que definitivamente mueven el iceberg. Creando conexión con los demás, involucrándolos, creando emoción.
Liderar a todos los niveles
Señalábamos que en el actual entorno la manera más eficaz en las que las compañías pueden responder a los retos que se les presentan es construyendo una cultura de liderazgo. Esta cultura llega a construirse cuando la compañía interviene en cuatro niveles:
- El nivel individual, desarrollando un claro sentido de liderazgo de uno mismo que permite a las personas actuar desde nuestra madurez y equilibrio personal aportando lo mejor de nosotros mismos para enfrentarnos a los retos que se generan a nuestro alrededor.
- El nivel del equipo, estableciendo un vínculo fuerte basado en el sentido de camaradería y de propósito compartido para alcanzar resultados extraordinarios.
- El nivel organizacional, entendido como el espacio relacional que se crea entre los departamentos de una compañía, y
- El nivel de construcción de comunidad, en el que generamos un sentido de comunidad que nos permite crear una relación a largo plazo entre los stakeholders de la compañía.
En próximos artículos abordaré cada uno de estos niveles para dar una visión completa del modelo, profundizando en el liderazgo individual, el liderazgo de equipo, el liderazgo organizacional y el liderazgo constructor de comunidad.