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Enfoque y ejecución efectiva en tiempos de crisis

La empresa es la institución más influyente que existe hoy en día en las sociedades avanzadas, con un poder que en lo macro llega a ser superior al de muchos gobiernos, y que en lo micro se convierte en el elemento articulador en torno al cual organizamos nuestras vidas. La empresa es una muestra sociológica de su comunidad. Por eso, su responsabilidad social en el equilibrio entre la vida personal y profesional, la participación en los procesos de creación, la toma de decisiones, la planificación y ejecución y el disfrute de determinados beneficios es parte de la proyección de una sociedad que ha evolucionado. Por supuesto también en la Industria Farmacéutica.

El directivo en equilibrio inestable

Hablamos de la humanización de la empresa frente a la mecanización del ser humano. Este proceso de humanización se basa en una visión más completa de la persona, a la que no se ve exclusivamente en su faceta profesional. Tratamos, por tanto, de encontrar un equilibrio entre las diferentes caras del poliedro que es nuestra vida, buscando coherencia entre los diferentes ámbitos de la misma que más nos importan, tales como la familia, la relación de pareja, la salud, las amistades, el ocio, el desarrollo personal, el desarrollo espiritual, nuestra responsabilidad individual con la sociedad, nuestra formación y, por supuesto, nuestro trabajo y el desarrollo de nuestra carrera profesional.

En nuestra actividad diaria con directivos y equipos directivos de empresas farmacéuticas, vemos la interdependencia de todos estos elementos y cómo es fundamental que exista, no sólo equilibrio entre ellos sino, además, satisfacción por cómo están formando parte de nuestra vida, ya que el impacto e influencia entre ellos es evidente y éste se refleja en el exterior.
Tratar de crear “departamentos” estancos entre estas diferentes facetas de nuestra vida, pretendiendo que unas no se miren a las otras es completamente absurdo y crea disfunciones graves en nuestro desempeño efectivo como profesionales y directivos. Vivir, por ejemplo, sólo para el trabajo o sólo para la familia es como caminar veinticuatro horas al día, siete días a la semana, a la pata coja. Acabaremos generando un músculo desproporcionado en una parte de nuestro cuerpo, y distrofia en la otra.

Como directivos, es muy habitual encontrarnos con un enfoque y dedicación desproporcionados (en relación con la dedicación que damos al resto de las áreas de nuestra vida) al trabajo. Culturalmente se ha establecido la creencia de que el éxito en la vida viene determinado por el lugar que somos capaces de llegar a ocupar en el escalafón profesional, cuestión que, evidentemente, también va asociada a la disponibilidad de unos determinados recursos económicos. Es por ello que tener claro qué entendemos por éxito será fundamental para tener una vida satisfactoria y plena.

Si piensa que existe este desequilibrio en su vida, si tiene el más mínimo indicio, vale la pena que averigüe qué hay detrás, cuál es el motivo, muchas veces oculto, que está manteniendo esta situación y que hace que esto sea así. Vale la pena preguntarse qué está obteniendo a cambio y, por supuesto, a qué está renunciando. No lo dude, toda elección implica una renuncia.

El directivo manejando situaciones de presión

La investigación que Augere Foundation viene realizando en el marco de su Liderobservatorio, se fundamenta en el paradigma del directivo como líder & coach, es decir, directivos que, además de conseguir excelentes resultados desde el punto de vista de negocio, están bien valorados por su entorno por construir relaciones de calidad y a largo plazo.

Si en dicho estudio hay un resultado realmente que sobresale notablemente con respecto a los demás aspectos evaluados, y en este caso como el ítem peor valorado, es el manejo del estrés.
Mayoritariamente, los directivos manifiestan su dificultad para manejar internamente las emociones generadas por la presión y las tensiones a las que se ven sometidos, más en tiempos de crisis, no sólo desde un punto de vista de negocio, sino también como consecuencia de cómo se estructuran las organizaciones para dar respuesta a los retos que ésta plantea.

Cuando hablamos de manejo del estrés, hemos de discernir sobre dos aspectos que hemos de considerar distintos:

Con respecto al primero, muchas veces los directivos nos señalan que ellos permanecen tranquilos ante las situaciones de exigencia. “De nada sirve ponerse nervioso y poner nerviosos a los demás. Al final acaba bloqueándose todo el mundo”, suelen decir. Este comentario no refleja otra cosa que la manifestación externa de cómo nos enfrentamos a este tipo de situaciones. Es decir, cómo nos ven los demás, la imagen que transmitimos. Pero, han oído aquello de “la procesión va por dentro”. Es a esto concretamente a lo que me refiero, cuando hablo de manejo del estrés. Ese nudo en el estómago, el no poder desconectar, la falta de “presencia” porque uno está absorto en los problemas que se lleva consigo más allá del trabajo, las dificultades para conciliar el sueño o la falta de descanso, entre otros.

El segundo aspecto que quiero destacar es la capacidad que tenemos de recuperación de nuestra energía, de desconexión, descanso y recarga de nuestras “baterías”. Por tanto, podríamos hablar del equilibrio entre tres aspectos: la manifestación externa, la manifestación interna y la recarga de energía.

El mundo exterior no es más que el reflejo de nuestro mundo interior. Por ello, hemos de ser conscientes de que sólo veremos fuera de nosotros lo que desde nuestro interior seamos capaces de generar, de tal forma que por más que la apariencia externa sea de calma en el caos, si dicha calma no es fruto del verdadero manejo interior, no tendrá el efecto que realmente esperamos. Vale la pena, por tanto, ser conscientes de que sólo la autenticidad y la verdadera calma interior serán capaces de generar la calma emocional que en nuestras organizaciones es tan necesaria.

EL DIRECTIVO HEALTHCARE DEL SIGLO XXI DEBE LIDERAR CON ÉXITO, INMERSO EN LAS PERMANENTES CORRIENTES DEL CAMBIO Y SITUACIONES DE PRESIÓN, CON INTROSPECCIÓN Y CRITERIO DE EFECTIVIDAD

El directivo como observador de sí mismo

Una de las técnicas más sencillas de aplicar y a la vez más impactantes en el manejo de las situaciones de exigencia, presión o tensión, generadoras de estrés, es el observador desapegado.

El observador desapegado consiste en mantenernos conscientes de nosotros mismos, de nuestras emociones y de cómo reaccionamos ante lo que sucede a nuestro alrededor. Más allá de involucrarnos y dejarnos arrastrar emocionalmente por los acontecimientos que vivimos, se trata de mantenernos en la acción a una cierta distancia, observando dichos acontecimientos y manteniéndonos conscientes de nosotros mismos en relación con estos y las personas involucradas. Por tanto, en primer lugar, se trata de mantener la atención en uno mismo.
Desde la atención en nosotros mismos somos más capaces de poner una intención positiva fuera, en los demás y en lo que hacemos. Esa intención puede estar basada en el reconocimiento del talento de cada uno, en valores como la cooperación, el trabajo en equipo, la tolerancia, o en las capacidades para orientarse a resultados positivos o superar las dificultades.

Atención en mí para ser consciente de mis emociones y mi autogestión, e intención positiva en los otros para facilitar y hacer que sea posible lo que pretendemos conjuntamente.
Es cierto que, a veces, observarse y cuestionarse no resulta cómodo: cuanto más rascas, más pica. Pero se trata de un ejercicio valiente, de compromiso y coherencia con uno mismo y de honestidad con el entorno.

Conocerse a sí mismo requiere parar, detener la acción en la que nos vemos envueltos a diario, y reflexionar. Decimos que el líder nunca reacciona; observa, analiza y decide, para luego actuar con determinación.

El directivo ante el cambio como variable constante

¿Hay tiempos hoy en día que no sean de cambio? Probablemente usted estará ahora tranquilamente sentado, y no le supondrá ningún esfuerzo pensar en su trayectoria vital, para darse cuenta de que el cambio ha estado presente a lo largo de toda su vida. Así es, estamos en un permanente proceso de cambio o, si lo prefiere, de evolución. Podríamos decir que el estrés se produce como consecuencia de nuestra falta de capacidad para adaptarnos a una nueva situación de una forma natural y, de esta manera, manejarnos con eficacia en ese nuevo contexto.

Lo mismo sucede en las organizaciones. Tanto si a lo largo de su trayectoria profesional sólo ha estado en una empresa, como si lo hizo en varias de ellas, habrá podido experimentar procesos de cambio o evolución de manera prácticamente permanente.

Tradicionalmente en management se habla de las diferentes fases por las que un producto o una organización pasa: su nacimiento, crecimiento, madurez y declive (con las personas sucede lo mismo, ¿verdad?). Todas ellas requieren manejarse con una alta capacidad de adaptación a los nuevos retos que generan, si bien, seguramente en el momento más crítico y caótico, se requiere dar un golpe de timón para reinventarse.

El directivo interpretando el momentum

Sabemos que las señales del entorno no siempre son claras ni apuntan en la misma dirección y que, en algunos casos, son incluso contradictorias. Conducir mirando el cuadro de mando nos aporta una información parcial de la realidad a nuestro alrededor. Los planes estratégicos, planes de acción, indicadores y demás instrumentos de navegación nos pueden aportar una información cuantitativa de dónde estamos. Pero la realidad es que son los intangibles, que por ser invisibles no están reflejados en ese tablero de navegación, los que finalmente determinan el éxito de la travesía según el rumbo que se haya elegido.

Si esos tangibles fueran la parte visible de un iceberg, y los intangibles fueran la parte sumergida e invisible del mismo, hacia dónde cree usted que éste se movería si al mismo tiempo se dieran unos vientos hacia el norte y unas corrientes hacia el sur. La pregunta no tiene truco. Sin duda el 80% del iceberg sumergido, se dejaría arrastrar por las corrientes hacia el sur. Esta parte sumergida, los intangibles, representan los patrones, hábitos, deseos, expectativas, valores, creencias, miedos e inseguridades de las personas que conforman nuestra organización. Estos se acentúan en momentos de crisis.

Por tanto, en tiempos de cambio, sin duda es imprescindible marcar estrategias de dirección que conduzcan a nuestra compañía al éxito, pero de nada servirán si no somos capaces de liderar las corrientes del cambio.

El directivo manejando las corrientes del cambio

Liderar las corrientes supone manejarse a tres niveles de percepción y relación con el entorno:

1. Liderar desde uno mismo, poniendo la atención en sí mismo (observándose), tomando conciencia de los propios pensamientos, emociones y sentimientos, y en cómo estos son manejados. El silencio y la reflexión son una gran herramienta para ello.

2. Liderar desde los otros, poniendo una intención positiva en el otro y en la acción (qué quiero lograr, cómo y con quién), de manera que contribuya a crear una relación de calidad y a largo plazo, y a crear desde ahí, a la vez que se mantiene la atención en uno mismo y en cómo son manejadas las propias emociones.

ES FUNDAMENTAL GENERAR ILUSIÓN, ENTUSIASMO Y SENTIMIENTO DE RETO Y DESAFÍO POR EL PROYECTO QUE CADA COMPAÑÍA FARMACÉUTICA REPRESENTA

3. Liderar desde el espacio que se crea entre ambos, entre los miembros de un equipo o entre las personas de una organización, percibiendo aquello que está más allá de las palabras, flotando en el ambiente, y que constituyen las corrientes que definitivamente mueven el iceberg.

El directivo liderando con éxito

Los líderes que, además de obtener éxito desde el punto de vista del negocio, son valorados de manera positiva por su entorno, han desarrollado una habilidad extraordinaria en manejarse a los tres niveles de liderazgo mencionados de una forma natural, como natural es el cambio en nuestras vidas.

Parece claro, a estas alturas de recesión económica en la que estamos sumergidos, que las empresas y sus equipos directivos están viviendo momentos críticos. Vemos cómo su manera de enfrentarse a esta situación va desde el severo ajuste de cinturón, en algunos casos, pasando por la prudencia, en la mayoría, y llegando a la desorientación, en otros.

En tiempos turbulentos como los que nos toca vivir, parece que el miedo se apodere de todos, y se transmita a las organizaciones en forma de presión hacia “abajo”. Cuando hay miedo, o bien la gente no arriesga, no toma la iniciativa y todo se paraliza, o bien, desde la incertidumbre, la gente trata de hacer de todo para conseguir sus resultados, generalmente desde la individualidad y la carencia de sentido de conjunto. Y esta es la mejor manera de que dichos resultados no lleguen.

Es así, los resultados no llegan cuando nos paralizamos, cubrimos nuestras espaldas o disparamos a todo. Los resultados llegan cuando hay foco y nos orientamos a la ejecución efectiva, poniendo todas las capacidades organizacionales en la misma dirección y orientando la acción hacia aquellas, a veces pocas, cosas que marcan la gran diferencia.

El directivo enfocado y ejecutando con efectividad

¿Qué significa enfoque y ejecución desde esta perspectiva? Para orientar a las personas de una organización, considerando que cuando hablamos de personas nos referimos a los diferentes grupos que en torno a la misma están interactuando, ya sean colaboradores, clientes, proveedores, accionistas u otros grupos de interés, ha de trabajarse en tres aspectos:

1. Alineamiento. En cuanto las personas encuentran significado a lo que hacen y se genera el sentido de afiliación necesario para considerarse parte de un todo mayor que uno mismo y comprometerse con ese proyecto común.

Es necesario, para ello, desarrollar y comunicar una clara visión de hacia dónde se está caminando, tomando como guía los valores clave y los principios que rigen el trabajo diario, ya que lo intangible guía lo tangible; ayudar a los colaboradores a encontrar el significado y satisfacción en su trabajo y asegurar que las personas adecuadas están en los lugares adecuados, en los que mejor encajan sus
fortalezas y talento natural.

Para ilustrar la importancia de este aspecto, basta señalar los resultados del estudio realizado por Norton y Kaplan para el diseño del Cuadro de Mando Integral sobre 200 grandes empresas, del que se desprendía que en el 90% de las compañías se consideraba que una verdadera comprensión de la estrategia orientada a la acción influiría significativamente en el éxito de las mismas; menos del 60% de los directivos creían tener una comprensión clara de la estrategia, y de éstos, sólo el 30% consideraba que se había implantado eficientemente; finalmente, menos del 5% de los empleados entendían la estrategia de la organización. ¿Qué resultados podemos esperar de una organización que refleje este esquema de alineamiento? El compromiso pasa, además, por trascender de lo que llamamos el binomio material de la relación y considerarse parte de una comunidad de valor más amplia. Este binomio material se representa en inversión y retorno para los accionistas, trabajo y salario para los empleados, factura y producto para los proveedores o producto y precio para los clientes. Consideramos que son factores higiénico-materiales necesarios, pero que no construyen sentido de comunidad.

2. “Engagement”. Viene dado cuando las personas vinculadas con la organización sienten que la organización les proporciona una relación que pretende generar un vínculo a largo plazo, basado en la voluntad de crear un espacio en común, que les hace sentirse seguros.

No se trata, por ejemplo, en el caso de los colaboradores, de la garantía de un puesto con carácter vitalicio, sino de que pueden adoptar decisiones al nivel que les corresponde, tomar iniciativas y asumir riesgos calculados, así como de la existencia de una cultura que tolera el error y permite el aprendizaje basado en la experiencia. Por tanto, es importante crear un clima de trabajo libre de miedo, intimidación y hostilidad.

En las investigaciones que venimos realizando sobre el perfil del directivo como líder & coach, existe una mayoritaria tendencia, manifestada como una carencia por los propios directivos, a no asumir riesgos y no tomar iniciativas a niveles directivos. Permítanme lanzarles la reflexión: si no lo hacen los directivos, ¿quién lo va a hacer? El miedo es el mayor enemigo de la acción y de la innovación. Las personas a quienes les falta seguridad tienden a jugar sobre seguro y normalmente a no ser dueñas de lo que sucede a su alrededor.

LAS DOS CLAVES PARA LIDERAR ORGANIZACIONES EN TIEMPOS TURBULENTOS SON EL ENFOQUE Y LA EJECUCIÓN. LAS DOS, PORQUE ENFOQUE Y EJECUCIÓN ES ALUCINACIÓN Y EJECUCIÓN SIN ENFOQUE ES DERIVA

Más allá de la variable seguridad, nos encontramos con la confianza, básica para que se produzca ese compromiso emocional con la compañía. Por ello, es necesario que todas las personas que interactúan en el sistema organizacional confíen en sí mismos y en su capacidad para aportar valor a la comunidad, en los directivos de la compañía, en el equipo y, por supuesto, en el propio proyecto de dicha compañía. La confianza es, además, un ingrediente esencial para unas relaciones saludables y sus dimensiones son credibilidad, respeto y justicia.

3. Responsabilidad. Somos convencidos desde la razón pero movidos por la emoción. Las variables emocionales juegan un papel fundamental a la hora de que las personas desplieguen su talento y asuman la responsabilidad que les es asignada. Para ello, es fundamental generar la ilusión, el entusiasmo y el sentimiento de reto y desafío por ese proyecto de compañía.

Dicha responsabilidad tiene que tener como fin orientarse a resultados, tanto en el largo plazo como en el corto, para que cada uno pueda evidenciar su aportación de valor y su impacto en el negocio. Es necesario para ello que cada uno conozca con claridad qué se espera de ellos, así como dar feedback y corregir desviaciones, manteniendo una orientación a la acción y un sentido constructivo de urgencia, disponiendo de los sistemas de recompensa del desempeño y de transparencia en la evaluación del cumplimiento.

En síntesis: las dos claves para liderar en tiempos turbulentos son enfoque y ejecución. Enfoque sin ejecución es alucinación; ejecución sin enfoque es deriva.

Publicado en FarmaEspaña